martes, 27 de mayo de 2008

¿El mercado globalizado favorese la democratización de la cultura?


El análisis de la relaciones entre mercado y cultura, que se desarrollan al interior de la sociedad capitalista, confrontan diversas posturas cuando se cuestiona si esta unión favorece o no la democratización de la cultura, como también la producción de una cultura no desechable.
El Sociólogo francés, Pierre Bourdieu, publicó en el diario Le Monde una interesante opinión sobre este tema y se explayo acerca del peligro de atar la actividad artística o cultural a la lógica del mercado, lo que inmediatamente generó efusivas críticas, en el mismo medio, por parte de Vincent Tounier, Politólogo en Grenoble. Éste último salió al cruce enarbolando la bandera liberalista y postuló al mercado como único capaz de democratizar la cultura.
A continuación opondremos los dos textos publicados en Le Monde, señalando aciertos, desaciertos, diferencias, similitudes y solidez argumental de ambas posturas, para lograr, si es posible, una mirada ampliada sobre el problema planteado y concientizados de la importancia que conllevan las condiciones en que el arte necesita producirse, las llamadas “condiciones ecológicas del arte”, pero también de la urgente necesidad de democratizar la cultura de una vez y para siempre.
Comenzaremos enunciando algunas cuestiones claves del texto de Bourdieu. Evidentemente para el sociólogo es incompatible la idea de cultura con la de lógica de mercado que busca la máxima ganancia en el corto plazo y lo demuestra diciendo “todas las obras que se exponen en los museos, todas las películas que se conservan en las cinematecas son producto de universos sociales que se constituyen poco a poco independizándose de las leyes del mundo ordinario y, en particular, de la lógica de la ganancia” y luego argumenta “del mismo modo, para tener un cine de autor se requiere un universo social, pequeñas salas y cinematecas que proyecten los clásicos y frecuentadas por los estudiantes, cineclubes animados por profesores de filosofía, cinéfilos formados en la frecuentación de dichas salas, críticos sagaces que escriban en los Cahiers du cinéma, cineastas que hayan aprendido su oficio viendo películas de las cuales pudieran hablar en estos Cahiers, en pocas palabras, todo un medio social en el cual determinado cine tiene valor, es reconocido […] el microcosmos de productores, críticos y receptores sagaces necesario para su supervivencia”.
Pero veamos en este punto qué es lo que Bourdieu no parece advertir y que desata la ira del politólogo. Cuando leemos este párrafo ¿no nos da la sensación que la cultura queda de este modo reducida a la exclusiva intervención de un pequeño grupo de elite, único capaz de desentrañar simbolismos y producir significados artísticos? Como dijimos, Tournier se apoya en esta carencia para criticarlo “se puede entender que para alguien como Bourdieu, los gustos del público masivo estén muy lejos del ideal del arte como medio de lucha contra la burguesía” pues piensa que este no es suficiente argumento para justificar que se mantenga en estas condiciones un sistema cuya única finalidad objetiva es preservar un medio social concebido para y por las elites cultivadas.
Al politólogo también parece molestarlo la “excepción cultural” ,esta nueva trinchera desde donde los intelectuales franceses resisten el capitalismo y una cada vez mayor homogenización cultural, cuando dice “ Si la mundialización de los intercambios culturales volvió obsoleto el modelo nacional elitista” aquí debería agregar : a favor de un internacional corporativista “ también dio a los intelectuales franceses la oportunidad de subirse prestamente a un nuevo caballito de batalla, “la excepción cultural”, gracias a la cual pudieron mantener la vivacidad de una lucha anticapitalista y antiamericana que decididamente tenia dificultades en conservar su legitimidad desde la caída del sistema soviético”.
Tournier, luego explica que la uniformización solo es expresión de las preferencias promedio del gran publico y como en el caso americano, principal aglutinador cultural moderno, “su éxito es consecuencia de lograr expresar con una fuerza notable los valores y las referencias universales, tocando problemáticas y registros simbólicos en los cuales todo el mundo o casi todo el mundo se reconoce”. Evidentemente para el politólogo son irrelevantes las condiciones necesarias para producir cultura o arte no perecedero, porque nada dice al respecto y porque se muestra muy conforme con los resultados obtenidos por la cultura americana de mercado.
Pero Bourdieu parece anticiparse a este exceso de optimismo mercadista y advierte “Buscar la máxima ganancia inmediata no es necesariamente obedecer a la lógica del interés bien entendido, cuando se trata de libros, películas o pinturas: identificar la búsqueda de la máxima ganancia con la búsqueda del máximo publico es exponerse a perder el publico actual sin conquistar otro, a perder el publico relativamente restringido de gente que lee mucho, frecuenta mucho los museos, los teatros y los cines, sin ganar a cambio, nuevos lectores o espectadores ocasionales”. Para el sociólogo solo seria rentable una inversión en los productores y los productos llamados “de calidad” si se cuenta primero con los servicios de un sistema educativo eficaz que amplíe la cantidad del público que frecuente los museos, los teatros, los cines. etc.
Compartimos ampliamente esta ultima idea, porque si analizamos la producción americana no como un “éxito cultural” sino como una “hegemonía cultural” desde una perspectiva marxista y en términos cualitativos, comprobaremos que ésta es fruto del empobrecimiento económico perpetuado contra las masas por parte de los mismos Estados Unidos y su política económica internacional que afecta irremediablemente, como sabemos, todos los ámbitos de la vida humana, entre ellos el cultural. Un ejemplo concreto de esto, salvando sus diferencias, lo brinda la predilección que demuestran de las clases populares por la comida chatarra en lugar de un plato mejor elaborado y nutritivo ante el cual se sentirían extrañados por estar deshabituados a consumirlo. Finalmente los pobres prefieren ese tipo de comida rápida y barata porque se acostumbraron a ella a fuerza de bajos salarios y por el robo del tiempo de sus vidas mediante horas excesivas de trabajo. Por supuesto que la cultura en su carácter abstracto es mucho más compleja, pero no dejan de producirse efectos similares cuando se carece de un hábito intelectual desarrollado por ejemplo el que brinda una enseñanza instructiva más completa.
Para terminar creemos ver también una solución, al problema de poseer masas integradas a una cultura de calidad diversificada que privilegie la vida y la comunicación entre las personas, en la creciente producción incentivada por un mercado independiente del tradicional circuito comercial, de los intermediarios y de las grandes corporaciones. Ayudado por el espacio virtual de Internet y por su enorme poder de llagada a toda la sociedad, en el que rigen otras leyes, ya sean las autoimpuestas por los mismos creadores, tal vez más convenientes al proceso productivo de la cultura y el arte.

Hugo Tartar

Bibliografía:
Bourdieu, Pierre, “Más ganancia, menos cultura” en Le Monde, Francia, 1999.
Tournier, Vincent, “El mercado hace cultura” en Le Monde, Francia, 1999.

2 comentarios:

the apóstol dijo...

mira la imagen me recordo una discusion que tuve con horaceli en casa .el decia que en los estados unidos la gente no era gorda!!! y lo peor es que este pais con su cultura hegemonica tiene una fabrica trasnacional de chachos .que ciego se puede ser aun teniendo la vista intacta .
con respecto al arte en argentina creo que esos dos bandos de los que hablas estan unificados y forman el artefactoryelite o como quieras decirle los famosos "tomasitos "
pd¨: che gente opinen algo que la vida se acaba loco

Anónimo dijo...

Bueno, veo que no solo los norteamericanos son gordos..sino que aca ademas del vientre tenemos la vista gorda, tambièn. Coincido con el chiquito, hay muchos tomasitos dando vuelta...